La anexión de Texas a los Estados
Unidos de Norteamérica previo a su independización de México significaba para
éste el fortalecimiento de la nación vecina a costa del debilitamiento de propias fuerzas.
Por lo que era previsible que se tratara de una estrategia para llegar a
invadir México al no ceder pacíficamente ante sus ideas expansionistas.
A partir de 1846, México fue una
nación destacada para las potencias del mundo debido a su vulnerabilidad y gran
riqueza. Por un lado, se encontraban las constantes invasiones norteamericanas,
que no terminaron hasta 1848 que se firmó un tratado de paz, no sin antes haber
ganado una gran extensión de territorio mexicano. Por otro lado, se tenía la
simpatía diplomática de la primera potencia del mundo: Gran Bretaña, la cual
terminó por completo en 1861 que se unió
a la alianza tripartita, en gran medida gracias a la deuda impagable que se
tenía con la misma. Finalmente, España, Francia y El Vaticano por su parte afectaron
a México, pues España decidió no reconocer la independencia de México hasta
1836, El Vaticano no pudo nombrar obispos dada la presión que ejercía España
hasta 1831 y Francia se redujo a sacar provecho de la relación comercial que
llevaba con México, como es el caso de la guerra de los pasteles.
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